viernes, 17 de junio de 2011

El cuerpo... un discurso a descubrir

Aun cuando los adultos se muestren
comprensivos con los niños como individuos,
suelen negarse bastante a menudo a admitir
que pueden gozar de una existencia colectiva,
entre ellos y para ellos, y,
 en vez de facilitar la creación de una sociedad joven,
se oponen a ésta por medios diversos:
la disciplina, los castigos, la competición,
el amor propio y otros tantos medios
cuyo objetivo no es otro que obligar al niño
a someterse a la sociedad adulta.
Gerard Mendel
-XV Conferencia gereal de la UNESCO 1968-  











¡Quiera Dios que tu horizonte se amplíe todos los días!
Los hombres que se ciñen a un sistema
son incapaces de abarcar toda la verdad
e intentan cogerla por la cola.
Un sistema es como la cola de la verdad,
pero la verdad es como un lagarto:
deja su cola entre tus dedos
y se escapa sabiendo muy bien
 que le crecerá un nuevo apéndice
en un instante.
Ivan Turgenev a León Tolstoy  1856











Nietrzsche nos exigía,
como tarea para los tiempos venideros,
pensar el cuerpo y a partir del cuerpo,
tomarlo como hilo conductor del pensamiento.
Ginés Navarro, “El cuerpo y la mirada” 2002



El cuerpo es la materialización de la energía, la cuna del alma y el espejo de la mente. El cuerpo es el vínculo entre las esferas que conforman la existencia del individuo.
El privilegio de ser portadores de dicha energía ha sido vislumbrado de infinitas maneras a lo largo de la historia del hombre y de la infinidad de culturas que han transitado por la Tierra. El cuerpo ha sido el gran maestro, es el catador, el perceptor, la bitácora, el recipiente en donde se acumulan conciente e inconcientemente todo nuestro bagaje existencial.
Mente, cuerpo y espíritu forman lo sustancial del Ser, uno no es sin el otro, uno no existe sin el otro, uno es el otro y viceversa.
Cuando el balance entre estos tres es roto por cualquiera de ellos, se opera un desequilibrio que rompe con la armonía, generando un grabe conflicto con la percepción de la realidad.
Como seres humanos transitamos a lo largo de nuestras vidas por infinidad de sucesos que nos provocan miedo, amor, negación, placer, culpa, alegría, vergüenza, ira, odio, satisfacción, etc. Toda esta información adquirida a través de la experiencia se almacena en nosotros y, al no poder expresarlo o manifestarlo abiertamente, el individuo adopta en correspondencia al suceso, una reacción fisiológica y actitud física, lo cual se fija en la respiración, el tono muscular y la actitud corporal, aunado al impacto emocional y mental. Ahora, lo que se siente y se expresa ya no es espontáneo, es el reflejo de aquello que se impacto en nuestro ser. Dicho reflejo lleva en sí la capacidad de asimilación, si ésta ha sido educada adecuadamente el individuo podrá trabajarla desde diversas ópticas, lo cual se da en muy pocos casos.
Al haber centrado su atención en los designios de la mente, los hombres han cancelado una parte de la percepción fundamental, lo que el cuerpo les dicta, lo que el cuerpo siempre expresa y pretendemos mitigar con una aspirina. Existe una enorme complejidad al pretender exponer lo que manifiesta el cuerpo, sin embargo, existen ya, diversos estudios científicos que hablan sobre el tema, por lo tanto lo que pretende este documento es acompañar al lector, en primer lugar a observar a su cuerpo como un instrumento o herramienta que le proporciona un conocimiento basto y no sólo el portador de una mente que dicta que es lo que se debe o no hacer. En segundo lugar y el más complejo, es poder descubrir que es lo que el cuerpo dice, que es lo que el cuerpo aporta, que es lo que no queremos o no podemos escuchar.
Al no poseer los mecanismos concientes para asimilar y revertir la acción-reacción del todo, cuando éste cúmulo de información  se requiere, éste termina por endosarle la factura a la mente, para que ella se “haga cargo”, lo asuma y lo resuelva, acto harto discutible, sin embargo y por ello, habrá de hablarse de dos acciones que se manifiestan en el suceso, la que ya se menciono que corresponde a una acción-reacción mental, condicionada por parámetros sociales y que rigen las normas de comportamiento y adaptabilidad del individuo, algo así como actitudes heredadas que viven y se mueven dentro de esa actitud prefijada, siendo ésta última la que da fundamento a este discernimiento. El registro de nuestro estar, no sólo se puede leer a través de la mente, el cuerpo, bitácora de nuestra historia, posee infinidad de información que no hemos sido capaces de interpretar, generando patrones de conducta, construcción corporal, manejo corporal, expresión motriz, etc., Debidos en gran medida al valor y poder que le hemos dado ha la mente, desplazando nuestra historia muscular, que alojada como piedra en bruto en nuestro cuerpo, espera pacientemente liberar su diálogo y transformar a través de él la propia imagen, rompiendo la actitud  e indiferencia demostrada y acumulada culturalmente a eso que se ha tornado invariable e involuntariamente, como “natural”.
Se desprende  pues, que el conflicto más grave que debemos desenmarañar, es el de la castración a la exploración y expresión corporal, así como la comunión de las esferas del individuo que impiden el equilibrio, en donde esta demostrado que “el carácter del individuo, tal como se manifiesta en sus pautas típicas de comportamiento, se refleja al mismo tiempo a nivel somático en la forma y movimiento del cuerpo. En donde la suma total de las tensiones musculares considerada como una Gestalt, es decir, como una unidad, la forma de moverse y actuar, constituye la <expresión corporal> del organismo”2 (El lenguaje del cuerpo). Alexander Lowen. Pág 28, Bibiloteca de Psicología 126, editorial Herder, Barcelona. España. 19888).
En busca pues, de encontrar dicha carencia, partiremos del punto en que el hombre dejo de pensarse, de soñarse, el hombre dejo de observarse a sí mismo y por demandas de la sociedad, empezó a buscarse en la mirada y aceptación del otro, truncando un punto esencial, el respeto a su naturaleza, en donde “lo que hace que el hombre sea hombre, es el trabajo de espiritualización de su naturaleza. Y es precisamente el cuerpo humano la primera naturaleza que hay que cultivar”3 (Pensar desde el cuerpo, pag. 11). “Desde la antigüedad, la división del trabajo corporal e intelectual no sólo mutiló la relación mente-cuerpo, sino al cuerpo mismo, que fue despojado de su sensibilidad”4 (Pensar desde el cuerpo, pag. 11).
Nuestra sociedad contemporánea se ha convertido en una bola de nieve que difícilmente se podrá detener. Arrastra con todo sentido común que pretenda cambiar o generar nuevas rutas de crecimiento, conocimiento y desarrollo. Aparentemente nuestra sociedad permite y cuida esta integración del individuo en los primeros años de vida. A lo largo de nuestra formación y educación preescolar está bien vista, reforzada y guiada, sin embargo, al momento de entrar el individuo a la educación “formal”; primaria, secundaria y subsecuentes formaciones o desarrollos propuestos e impuestos por nuestra sociedad, éste acompañamiento es desterrado y reemplazado por un modelo dictatorial, solapado, permitido y reforzado por una sociedad carente de reflexión, en donde se le dictan las reglas y normas que deberá asumir, a pesar de que, a partir de ahí, el individuo vivirá en un permanente conflicto del Ser o no Ser. “Arrancándole y supliendo; el Derecho por la Arbitrariedad de la fuerza; la Justicia por el “Capricho” del mayor; el Poder del individuo por la Omnipotencia social; la Libertad por la Dependencia; la Tolerancia por la Intolerancia, y un sin fin de contrarios más”5. (Gerard Mendel, “La descolonización del niño, pag. 15).
Lo grave no es la sumisión a éste sometimiento en este ejercicio de integración social, lo terrible es la mutilación a la capacidad y posibilidad de generar nuevas expectativas en Pro del desarrollo (conveniente), amputando así el propio autoconocimiento y toda posibilidad de generar una sociedad equitativa complementada por individuos satisfechos de su quehacer y participación dentro del núcleo social.
Ésta sociedad que “se ha aprovechado del fenómeno de la Autoridad, derivado de la dependencia biológica y psicoafectiva del niño (del individuo) respecto a los adultos (a los demás)”6 (Gerard Mendel) se volverá un reflejo dentro de toda gama en donde el poder que se le otorga a otro individuo, ha sido muy mal empleada, interpretada y sobre todo abusada en su totalidad. Tomemos como ejemplo la labor del maestro, del que enseña, del que guía o debería de hacerlo. El maestro que sea, en la rama que sea, en la sociedad que sea, en el país que sea, es una Autoridad. De ahí la pregunta que surge es: ¿Por qué  “desde los comienzos de la humanidad, todas las sociedades se han apoyado en el fenómeno de la Autoridad”?7 (Gerard Mendel, pag. 11)), la cual, al no ser ejercida para los fines que la razón nos dicta en momentos de gracia plenos de discernimiento y equilibrio mental-corporal y espiritual, se tergiversa y se convierte en un arma que permite el derecho para dictar normas y reglas sociales que se ejercerán escudados detrás de la disciplina, los castigos, la imposición, la competencia, el engaño, etc., imponiendo un modelo y creando moldes en donde el Ser se tiene que adaptar y ajustar, al mismo tiempo que permite a los verdugos esconder miedos y frustraciones a la transformación, crecimiento y evolución. Es imprescindible iniciar una reflexión sobre este fenómeno y revertir sus causes, buscando generar soluciones a dicho conflicto.
Ouspensky plantea una visión fundamental a explorar:
Es necesario notar que todos los siste­mas psicológicos y doctrinas, tanto los que exis­ten o los que existieron abiertamente como los que fueron ocultos o disfrazados, pueden dividirse en dos categorías principales.
Primero: los sistemas que estudian al hom­bre tal como ellos lo encuentran, o tal como ellos suponen o lo imaginan ser. La psicología «cientí­fica» moderna, o lo que se conoce bajo este nom­bre, pertenece a esta categoría.
Segundo: los sistemas que estudian al hom­bre no desde el punto de vista de lo que es, o de lo que parece ser, sino desde el punto de vista de lo que puede llegar a ser; esto es, desde el punto de vista de su posible evolución.
Estos últimos sistemas son en realidad los ori­ginales, o en todo caso los más antiguos, y sólo ellos pueden explicar el origen olvidado y el signi­ficado de la psicología.
Cuando comprendamos la importancia del es­tudio del hombre desde el punto de vista de su posible evolución, comprenderemos que la primera respuesta a la pregunta: ¿qué es psicología? debe­ría ser que la psicología es el estudio de los princi­pios, leyes, y hechos de la posible evolución del hombre8. (P. D. Ouspensky. “Psicología de la posible Evolución del hombre”, pag. 4)
La psicología ha explorado hasta el momento “lo sentimientos y las sensaciones corporales a un nivel verbal y mental, pues el objetivo del análisis son los sentimientos y las conductas del individuo. La exploración de sus ideas, fantasías y sueños es sólo un medio para comprender y llegar a los sentimientos e influir en la conducta. ¿No es concebible que existan otros medios para transformar los sentimientos y las acciones?”
Podemos observar, como se menciona anteriormente, que mismo Freud contemplaba la necesidad de integrar el mundo simbólico más allá del intelecto y complementar sus descubrimientos al ensamblar aquello que la mente le dicta, con aquello que el cuerpo aporta. Inhibiendo la supremacía que se le ha otorgado a la mente, la cual ha pretendido explicar el sentir del hombre y a la cual se le ha adjudicado el almacenamiento de todo el saber o conocimiento que rige al individuo. Coartando de tajo todo aquello que manifiesta el cuerpo en su actuar.
La sociedad siempre obediente de las normas que se dictan, ha clausurado el diálogo recíproco de esta relación (mente-cuerpo-espíritu). Y se ha regido por los dictados que su mente le ordena, sin ser capaz de reflexionar sobre sus ideas y su sentir. Al respecto Deeprak Chopra, nos dice que: “Nada tiene más poder sobre el cuerpo, que las creencias de la mente”9 (Cuerpo sin edad, mente sin tiempo”, edit. Bosillo ZETA. México, 2007, ) 
El organismo se expresa más claramente a través del movimiento que de las palabras, entendiendo cómo movimiento toda manifestación de expresión corporal, en donde la no acción es una acción, el cuerpo en reposo, no lo es tal si partimos que dentro del cuerpo el movimiento no cesa en ningún instante, el cuerpo es sostenido por la vida interna que silenciosa y mecánicamente le otorga la existencia al Ser. Debemos equilibrar el placer que nos produce el pensar y actuar con el placer inherente que existe en la mimesis que se da en la secuencia “del placer de hacer y al placer de pensar” que rige nuestras primeras experiencias sensoriales que nutren nuestra infancia y que dan marco a lo que en un futuro se refleja en nuestra presencia.
Alexander Lowen menciona que si la estructura corporal y el temperamento están relacionados, tal y como se ha confirmado científicamente, entonces la pregunta que surge es: “¿Podemos cambiar el carácter de un individuo sin producir algún cambio en su estructura corporal o en su motilidad funcional? Y viceversa?”. Contestó que no, que toda transformación psicológica se verá reflejada en una transformación de actitud corporal, eso lo sabemos, infinidad de tratados hablan al respecto. Pero, pregunto: ¿hasta donde hemos podido penetrar en la investigación de los cambios mentales producidos por las acciones físicas (que por si mismas llevan ya una transformación, valga la redundancia, “física”)  más allá del bienestar “físico”, la “buena salud”, “buenos estados anímicos”, etc.? Quién recibe dicha transformación-satisfacción?, o mejor dicho ¿En donde se almacena o capitaliza el total de la experiencia? El hacer danza, el hacer deportes u otras actividades físicas, “es bueno para la salud”. Esto no dice nada, son etiquetas. Superemos el temor al movimiento, hagamos de toda experiencia y acción física un aprendizaje significativo. Debelemos el conocimiento que el cuerpo aporta silenciosamente. La invitación es “Pensar el cuerpo es siempre pensar a partir del cuerpo. El cuerpo sigue siendo un enigma y un territorio por descubrir, un tabú a descifrar por lo mucho que nos oculta, por lo demasiado que nos muestra y más aún por lo que todavía debe de revelar”10 (El cuerpo y la mirada: desvelando a Bataille / Ginés Navarro. – Rubí (Barcelona):  Anthropos Editorial, 2002).
Por lo anterior, lo que se pretende es exponer algunas vías de exploración que ya se han iniciado, pero que requieren de atención, sobre todo de aquellos que hemos tenido la fortuna de transitar y desarrollarnos en la vida a través de nuestra expresión corporal.
El cuerpo como maestro, el cuerpo como aliado, el cuerpo como guía… capitalicemos el enorme manantial de emociones, sentimientos, ideas que fluyen dadivosamente de él…
Explorar en donde se fracturo esta relación recíproca es fundamental para otorgar una ruta transitable en la búsqueda de la integración mente-cuerpo-espíritu. La expresión emocional, vivencial y espiritual del individuo constituye una unidad. Acaso la frustración no es un dictado de aquello que nos rebasa y nos provoca miedo, y no es el cuerpo el que manifiesta todo este filtro a través de la acción. Acaso alguien pueda separar este momento, aún observando el efecto en un espejo.



por lo tanto, las preguntas que surgen, observando los tiempos modernos, son: ¿En que momento se fracturo este vínculo? ¿Hacia donde se dirige nuestra sociedad fragmentada? ¿Por qué seguir obedeciendo todo aquello que nos aleja cada vez más de este centro? ¿Somos concientes de esta segregación? Y un sin fin más de cuestionamientos que surgirán en la mente de los lectores ávidos.
Otra pregunta que surge ya en lo específico en la mente, corazones y espíritu de aquellos que nos dedicamos a cultivar la cultura del cuerpo, en contraste con las exigencias de nuestra sociedad moderna, que piensa más de lo que siente, que registra con mayor vehemencia lo que la mente le dicta, dejando a un lado lo que el cuerpo le revela, dejando a un lado tan valioso acerbo. Quizá sea por que no ha sabido como registrar lo que su cuerpo siente, o por el temor de descubrir o desenmarañar lo ahí escrito. En una carta dirigida a W. Fliess en 1899 Freud manifestaba su constante interés por la cuestión: “A veces, pienso que sería absolutamente indispensable una segunda parte del tratamiento que provocase los sentimientos de los pacientes, además de sus ideas”1. (El lenguaje del cuerpo). Alexander Lowen. Pág 10-11, Bibiloteca de Psicología 126, editorial Herder, Barcelona. España. 19888)

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